jueves, 5 de noviembre de 2015

La fórmula


No hay nada peor a nivel personal que descubrir algo beneficioso para la humanidad. La información que has logrado después de años de estudio y ensayos, al principio te puede suponer una tremenda dosis de adrenalina y una alegría desmesurada, pero según va pasando el tiempo te das cuenta de que los ladrones de fórmulas, las mafias y otros grupos, se te van a echar encima para apoderarse de tu trabajo, empleando cualquier medio para ello.

Tu vida entra en peligro y toda la paz y satisfacción que tenías se convierte en pánico y terror ante la amenaza de los sin escrúpulos. Eso es precisamente lo que me pasó...


Verano de 2023. Siete años desde que terminé el doctorado en biología. No puedo dar más detalles por razones de seguridad. Por las casualidades de la vida, mientras seguía una línea de investigación sobre los efectos secundarios de cierto medicamento observo que se produce una reacción no esperada al mezclarse dicho medicamento con los restos de un tubo de ensayo que cogí por error. Tenía que depositar el medicamento en un tubo de ensayo limpio y cogí uno con un cultivo que un compañero mío había dejado en una bandeja compartida.


La mezcla se transformó en un líquido transparente como el agua, cuando ambas sustancias eran espesas y de tonos oscuros. Tampoco tenía olor alguno, cosa extraña porque el medicamento en estado puro era pestilente.


Sin saber por qué, mi mirada se dirigió hacia un ratón moribundo que teníamos en una jaula para pruebas médicas y, aprovechando mi soledad en el laboratorio deposité una gota del fluido en el comedero del animal. Después guardé el tubo de ensayo y me marché a casa.


Al volver al día siguiente mis compañeros rodeaban la jaula del animal. Pensé que había fallecido y que le estaban dedicando unos minutos. Lo hacíamos con los animales que más nos duraban y a los que cogíamos cariño. Los metíamos en una cajita con el nombre que les habíamos puesto y después los incinerábamos. Pero algo era diferente...


Cuando escuché el tono alegre y distendido de mis compañeros me di cuenta de que no estaban apenados por el fallecimiento sino que celebraban el buen aspecto del roedor que corría y saltaba como si nunca hubiera estado enfermo. Los comentarios iban todos dirigidos a lo imposible de que siguiera vivo y en tan buen estado. Con los compuestos que le habían puesto su muerte tendría que ser la única salida. Pero claro, ellos no sabían lo del compuesto que yo le proporcioné en su comedero.

Algo que me sorprendió adicionalmente es que con una dosis apenas inexistente de compuesto hubiera podido hacer que el milagro se produjera. Mi cabeza empezó a dar vueltas al asunto, pero no pude llegar a ninguna conclusión. Sobre todo porque había llegado al compuesto por puro azar.

En los días sucesivos estuve haciendo la mezcla con resultados exitosos. Para no levantar sospechas me llevé el compuesto a mi casa y lo probé con animales moribundos; incluso con un gato que encontré junto a una papelera por la calle. Estaba destrozado, viejo, con un ojo casi perdido. Al cabo de unas horas estaba pletórico. Era increíble.

Al cabo de unos días cometí un tremendo error: fue en una ausencia en el laboratorio en que fui a tomarme un café. Dejé mi cartera sobre una mesa en la que dejábamos objetos personales y al regresar me percaté de que asomaba uno de los papeles que había en el interior. Comprendí en seguida que alguien había estado ojeando los documentos en los que iba apuntado los resultados de mis experimentos. Palidecí. La competencia entre los investigadores era tal que algunos eran capaces de espiar los trabajos de los demás con el objeto de destacar o de apuntarse tantos con los jefes. Por fortuna no tenía apuntada en mis papeles la fórmula magistral.

Mis sospechas eran fundadas. Aunque pasó bastante tiempo desde el incidente, al cabo de unas semanas empecé a notar situaciones extrañas en mi vida. Tenía la impresión de que me seguían. Con burdos trucos que no sorprenderían a un colegial tuve la certeza de que mis correos electrónicos y mis teléfonos estaban siendo intervenidos. La confirmación total fue cuando un agente de un organismo internacional completamente interesado en comercializar mi producto se presentó en mi casa y me ofreció una ridícula cantidad de dinero por la fórmula. Me negué a dársela.

Tiempo después fueron otros los que me tentaron con ofertas similares, subiendo en dos casos la cifra astronómicamente. En ese momento sabía que me matarían si fuese necesario. Yo hacía tiempo que había destruido los papeles que contenían la fórmula y solo la conservaba en mi mente.

Cuando destrozaron mi casa varias veces haciendo registros e incluso me dieron una paliza por cuarta vez decidí que mi vida no era importante, y tan solo lo era difundir la información a los medios de comunicación de todo el mundo. Pero no podía hacerlo de manera inmediata porque todo me lo tenían controlado.

Mi plan para hacer pública la fórmula fue el siguiente: abriría un blog en Blogger y pondría un post con la fórmula. No lo publicaría en el momento sino que lo programaría para que saliese a Internet el día y la hora que quisiera. Tendría que enviar un correo electrónico a los principales medios de comunicación mundiales justo cinco minutos antes de que el post se publicara automáticamente. De ese modo la información sería pública, y no daría tiempo a pararlo a tiempo por parte de los interesados maliciosamente.

Fui a casa de un amigo con el pretexto de ser invitado por el mismo para celebrar su cumpleaños y le di una carta para que su mujer se la diera a una tercera persona. Esa tercera persona tendría que enviar los correos masivos con la dirección del blog cinco minutos antes de la publicación de la fórmula. Al ser personas de confianza no habría ningún problema. Además me preocupé de ir a muchas de las casas de mis amigos para que resultara más difícil a mis perseguidores dar con el rastro que buscaban.

Ahora el problema era buscar un lugar seguro para crear el blog, y programar el post. En la noche de Halloween fui a un centro comercial disfrazado con un traje que me había puesto en un restaurante del que me marché por la puerta trasera. Llevaba una tablet propia y me conecté al wifi de uno de los locales del centro comercial. Allí creé el blog y programé el post. En el momento de hacerlo quedé aterrado porque había un detalle que no había tenido en cuenta. El nombre del blog podría estar ocupado y por tanto la dirección que se iba a mandar en los correos no iba a funcionar. Pero, gracias a la divinidad el nombre del blog no estaba usado y todo salió bien. Todo sucedería tres meses después.

No sé si tendrá éxito a no, porque desde hace unas horas estoy enfermando vertiginosamente sin motivo aparente, y tengo la sensación de haber sido envenenado. Habrán pensado que nadie debe disfrutar del suero milagroso si ellos no pueden hacerse multimillonarios con él...

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